Así fueron sus comienzos
El control biológico fue inicialmente estudiado por
entomólogos, lógico si pensamos que la mayor parte de las especies conocidas son
insectos (alrededor de 1,2 millones son insectos de los cerca de dos millones de
especies conocidas) y pertenecen a este grupo la mayor parte de las plagas
conocidas. No obstante otros animales como nemátodos, caracoles, peces,
anfibios, aves y mamíferos han sido usados como agentes de control biológico (el
controlador biológico más antiguo que se conoce es el gato, empleado ya en el
Antiguo Egipto como control contra roedores).
Pese a que estas técnicas
se dieron a conocer en los años 70 del pasado siglo bajo el nombre de Manejo
Integrado de Plagas (MIP), lo cierto es que llevan estudiándose con detalle
desde el siglo XIX, aunque ya en el siglo XVIII se habían hecho algunas
observaciones. Los controladores biológicos básicamente se pueden reunir en dos
grupos: Depredadores y Parasitoides.
Primero se descubrieron los
depredadores, quizá por ser más evidente su proceder en la naturaleza. Henry C.
McCook en 1882 señala que los citricultores chinos, desde hace siglos, colocaban
en los árboles de cítricos nidos de la hormiga predadora Oecophylla smaragdina
(Hymenoptera, Formicidae) con el fin de reducir a los insectos comedores de
hojas. Uno de los predadores más preciados son los coleópteros de la familia
Coccinelidae, las mariquitas, de las que Asa Fitch (1856) hablaba como sigue
“...es extraordinario que hace mucho tiempo, en una época de supersticiones y
cuando los hábitos de esta tribu de insectos no se conocía sino en forma vaga,
fue considerada de la misma manera en diferentes países y así obtuvieron en
Francia el nombre de “las vacas de Dios” y “el ganado de la Virgen” y en
Inglaterra “las aves de nuestra Señora”. Parece que fue el propio Erasmus Darwin
quien sugirió que los invernaderos podían limpiarse de áfidos (pulgones)
mediante el uso de coccinélidos.
Posteriormente se descubrieron los parasitoides, cuyo modo de vida pasa más
desapercibido. Uno de los primeros en observar un parasitoide fuel el creador
del microscopio Van Leuwenhoeck que en 1701 ilustró un himenóptero parasitoide
de un sauce. Vallisnieri en 1706 fue el primero en interpretar correctamente el
proceso de parasitismo en insectos, a partir de lo observado en la mariposa
amarilla de la col (Pieris rapae) por Aldrovani en 1602, quien vio que en el
interior de las larvas de P. rapae se formaban las pupas del parasitoide
Apanteles glomeratus (Hymenoptera, Braconidae) y que confundió con huevos de la
mariposa (video). Tal es la importancia e interés que los insectos parasitoides
despertaron que Vincent Kollär así hablaba de las avispas ichneumónidas: “La
manera en como los ichneumónidos realizan su trabajo de destrucción es sumamente
curiosa e interesante. Todas las especies poseen en el extremo de su cuerpo un
ovopositor compuesto por varias cerdas unidas entre sí, con las cuales agujeran
las larvas de otros insectos e introducen sus huevos en la carne de los animales
heridos. (…) Los huevos eclosionan dentro del cuerpo de los insectos vivos y los
parásitos, en el sentido más literal de la palabra, engordan de las entrañas de
su presa. Al final el gusano es abatido y el enemigo escapa a través de la piel;
o el gusano (…) entra en estado de pupa, pero en lugar de una mariposa, aparecen
uno o más ichneumónidos. A estos maravillosos animales, nosotros, a menudo
debemos la conservación de nuestros huertos, bosques y granos.
Así pues se sentaron las bases para el estudio del control biológico a lo largo
del siglo XX, cuando los estudios se diversificaron y fueron cobrando
importancia de la mano de figuras como Paul de Bach, D. Rosen, Andrew W.
Sheppard o instituciones como el CSIRO Australia. Aunque su aplicación se vio
eclipsada por los plaguicidas en la agricultura – incluso hoy día la situación
persiste –, el combate contra las especies invasoras es uno de los campos donde
mayor protagonismo ha adquirido el control biológico.